Miedo, claridad, poder y vejez

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Los enemigos del hombre de conocimiento según Carlos Castaneda 

Cuando uno empieza a aprender, nunca sabe lo que va a encontrarse. El camino nunca está claro, la intención es vaga. Pero uno aprende poquito a poquito y luego más y más.
Lo que se aprende no es nunca lo que uno hubiera querido y así se empieza a tener miedo. Cada nuevo paso es un atolladero. Así el miedo está siempre esperando, acechando por ahí, escondido. Y sí uno se llena de terror, el primer enemigo acaba con sus ganas. 

¿Se puede hacer algo para vencer al miedo?  Uno debe desafiar al miedo y a pesar de él, uno debe de seguir aprendiendo y debe dar otro paso y otro y otro. Se debe sentir el miedo, pero aún así se debe seguir y no parar y menos aún correr.  Esa es la regla. Y llega un momento en que el primer enemigo se vuelve atrás y uno empieza a sentirse seguro y tranquilo. La intención se hace aún más fuerte. El miedo se va desvaneciendo poco a poco.

Una vez que se ha vencido el miedo, se tiene claridad. La claridad desvanece al miedo. Para ese entonces ya uno sabe sus deseos y como satisfacer esos deseos. Ya se pueden anticipar los caminos y una claridad nítida rodea a todo. La claridad que desvaneció al miedo y que es tan difícil de lograr, también enceguece. La claridad no fuerza a uno a no dudar y le da seguridad. La seguridad de que puede hacer lo que le de la gana, porque todo lo que uno ve lo ve con claridad y uno no se detiene ante nada. 

Pero eso de ver claro es un error, es como si se viera claro pero incompleto. Si uno cree en esa ilusión de poder hacer lo que le de la gana, uno se ha dejado vencer por el segundo enemigo. Y no puede aprender más pues el conocimiento se le va de entre las manos. Y se impacienta cuando tiene que ser generoso y es generoso cuando debe ser impaciente. Uno ya no deseara aprender nada más. 

Para vencer al segundo enemigo hay que esperar pacientemente y medir bien antes de tomar un nuevo camino. Hay que entender que la claridad es solo un puntito delante de los ojos, así se llega a una posición donde ya nada lo puede tocar a uno, ese es el poder, el nuevo rival. Es muy fácil abandonarse a él. Después de todo uno es de veras invencible. Y así uno empieza a tomar riesgos muy calculados al principio y acaba haciendo leyes porque uno es invencible. Sin saberlo o sentirlo el tercer enemigo lo vence a uno y lo vuelve caprichoso y malo. 

Uno nunca pierde el poder o la claridad, pero el hombre vencido por el tercer enemigo nunca sabrá como se debe manejar el poder, no tiene control sobre los deseos y es super engreído. Uno puede considerarse vencido solo cuando a uno ya no le importa nada más, cuando ya no hay más ganas. Uno tiene que entender sobre todo que el poder que parece conquistado no es en realidad nunca de uno. Si se usa el poder con medida, uno se da cuenta de que hay solamente un modo de proseguir. El seguir fiel y respetuosamente lo que se ha aprendido en el camino del conocimiento.

El último de los enemigos es la vejez. Para ese entonces ya no se tiene el miedo que oscurece todo, ni la claridad que lo vuelve a uno impaciente. Para ese entonces todos los poderes están bajo control. Pero uno tiene un deseo invencible de descansar.  El deseo de descansar y olvidar dominarán a la claridad, al poder y al conocimiento, pero si uno se despega del cansancio y vive como manda su destino hasta el último tirón, uno puede entonces llamarse 'Hombre de Conocimiento'. 

Extracto de 'Las enseñanzas de Don Juan' de Carlos Castaneda

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