El monje viejo y el monje joven



El monje viejo y el monje joven


Una bonita historia sobre preceptos, apegos y desapegos

Erase una vez dos monjes muy devotos que decidieron hacia tiempo llevar la vida más sencilla posible, también se dispusieron a ser castos y célibes.  Uno de ellos, tenía ya cierta edad y mucha experiencia pero el otro era aún bastante joven e inexperto.
A los dos amigos les encantaba pasear por el bosque al lado de un caudaloso río.  Un día de lo más apacible, vieron a la orilla de este río a una hermosa joven, que parecía estar bastante preocupada y ansiosa.  Al preguntarle los monjes que le ocurría, la bella mujer les explicó que necesitaba cruzar al otro lado debido a  una urgencia familiar, pero que no se atrevía y sentía mucho miedo pues el río corría demasiado rápido.  

Por supuesto los monjes eran muy amables y estaban siempre dispuestos a ayudar, de modo que el monje de mayor edad la cargo en brazos galantemente y la llevo hasta la otra orilla, donde la deposito con cuidado en el suelo. La joven agradeció el gesto y se despidió de ellos.     

Pasado un tiempo, estaban los dos devotos meditando bajo un árbol cuando el más joven de ellos exclamó: "No he dicho nada de esto, pero ya no aguanto más y te lo voy a decir", y siguió, "no puedo creer el modo en que cargaste a esa hermosa joven tan pegada a tu cuerpo después de haber tomado votos de celibato y prometer renunciar al tacto de una mujer, ¿cómo pudiste tenerla envuelta en tus brazos y llevarla con tanta entereza? Me siento traicionado, para mi no eres un verdadero célibe, buscaré otro compañero con quien pueda seguir un camino de pureza."

El veterano monje le escuchaba con una sonrisa en la cara. "Hermano mio" dijo, "llevé a esa mujer en mis brazos durante dos minutos y la deje en la orilla del río sana y salva.  No la has visto ni ha estado contigo desde entonces, tú en cambio la has llevado en tu corazón todo este tiempo. Has dormido con ella, comido con ella, caminado con ella, porque no puedes quitártela de la cabeza, vive permanentemente en tu corazón. Es tu propio corazón y mente los que debes buscar purificar y no las acciones de tus compañeros de viaje."   

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2 comentarios:

  1. Los pensamientos, lo que se llama el corazón, el alma, la mente, no se pueden purificar por la voluntad.

    Todo en la vida nace, crece, llega al esplendor, decae, se degrada y muere.

    ¿Por qué huir de lo que nos toca vivir, si esa huida nos divide internamente y va a seguir generando toda clase de problemas? Todo tiene su proceso, así que vivamos el proceso, disfrutemos de él: mirar, observar, ver todo desde que nace hasta que desaparece, ver el orden que hay en ello. Y la dicha que acompaña a ese orden, con su belleza, que es amor.

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  2. Hola Toni, tocas varios temas en tu comentario. Eso de nacer y llegar al esplendor por ejemplo. ¿Cual es ese esplendor? Todo tiene su momento y todos los momentos son únicos y cada uno tiene un propósito y su esplendor.

    No nos toca vivir nada. No hay un destino predeterminado. Tenemos libre albedrío y podemos escoger lo que queramos experimentar en un momento dado. Nada desaparece sino que se transforma, hasta nuestra consciencia. Gracias Toni por tu opinión y por hacerme pensar una respuesta. Un beso

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